Por Alexis Ibarra O. para El Mercurio.
«Las personas vacunadas son bombas de relojería bacteriológicas ambulantes y una AMENAZA para la sociedad», dice un mensaje distribuido por redes sociales, acompañado de una imagen de cartuchos de dinamita conectados a un detonador. Otro asegura que «Las personas vacunadas (…) son las que tienen más posibilidades de infectar a otras personas con supercepas
Así como estos mensajes, son miles los que circulan en redes sociales. Algunos son de personas escépticas, otros provienen de grupos antivacunas más organizados.
Ayer, cuatro especialistas analizaron las distintas posiciones que tiene la ciudadanía en torno a la vacunación y la pandemia en el evento «Comunicación en tiempos virales: cómo se conversa sobre vacunas en las redes sociales», organizado por la Facultad de Comunicaciones de la U. Católica.
Según el físico Cristián Huepe, director del Social Listening Lab UC, el gran problema de las redes sociales es que impiden que compartamos una realidad común. «Tienen vida propia y no aceptan mensajes centralizados, ya que nadie las controla… se han polarizado, fragmentado y radicalizado, sobre todo tras el estallido social en Chile. Además, son proclives a las teorías conspirativas y las noticias falsas», dijo.
Su equipo realizó estudios para saber qué se está diciendo en Twitter en relación con las vacunas. El primero de ellos (junio-agosto de 2020) concluyó que 13 mil usuarios desde Chile tuiteaban mensajes antivacunas, los que recibieron medio millón de retuits. «Esto era más que la mitad de las interacciones sobre vacuna en el país, lo que era muy preocupante. Otro fenómeno que vimos es que había desconfianza sobre la pandemia. Por ejemplo, el 20% de los usuarios sospechaba que el objetivo real de las medidas sanitarias del Gobierno era para tener el control social».
Otro estudio, en enero, descubrió que los usuarios escépticos de las vacunas habían bajado a un tercio. Y al profundizar en ellos descubrieron que los mensajes antivacunas tienen tres tipos de argumentos: duda sobre la efectividad de la vacuna, exageración de los posibles efectos secundarios y teorías de conspiración.
En Twitter, dice Huepe, hay un porcentaje de personas antivacunas o escépticos que están aislados en la red y cuyos mensajes son de carácter emotivo. «Pero hay otros que tienen más influencia y que tienen un punto de vista más ideológico», aclara.
En cambio, los grupos que apoyan las vacunas están asociados a instituciones, medios de comunicación y a la élite. Tienen una buena propagación de su mensaje, pero poca penetración en los grupos antivacunas, ya que al pertenecer a la élite no logran influenciar a los escépticos.
Contrarrestar el mensaje
De ahí que los miembros del panel concordaran que una medida fundamental para llegar a ellos es con mensajes horizontales, no desde la autoridad. «El mensaje en redes sociales tiene un componente humano y de emoción que es importante. Hay un trabajo de parte de las plataformas que manejan información científica para generar mensajes simples, pero cuyos datos estén basados en evidencia», dice Alexis Kalergis, director del Instituto Milenio en Inmunología e Inmunoterapia.
Otro estudio, aún en desarrollo, constató que todavía queda un grupo de usuarios antivacunas que bajó de un tercio (en enero) a un quinto, y que está comenzando a cambiar su discurso antivacuna a uno en contra de las medidas sanitarias. «La mejor manera de contrarrestarlos es a través de mensajes de personas que han tenido experiencia directa con la vacunación», dice Huepe.
Por su parte, Axel Callís, director de la agencia de investigación y sondeo de opiniones y conductas TuInfluyes.com, dio a conocer resultados de distintos estudios. «Nos llamó la atención que las personas de mayores ingresos son más proclives a la vacunación y los de menores ingresos son más reacios», apuntó Callís.
Otro estudio, en febrero de 2021, halló un cambio en la posición de los chilenos. Con el tiempo ha bajado el porcentaje de personas que declara no querer vacunarse , de un 15% en noviembre a un 8% en febrero. Mientras que «esperar el tiempo necesario para la vacuna más efectiva» bajó de un 44% a un 18%. «Las personas de mayor edad son más propensas a vacunarse o ya se habían vacunado», dice Callís.
Aún hay 8 de cada 100 personas que no se vacunarían. El 29% de ellos no lo harían porque dudan de su efectividad, mientras que un 26%, por sus efectos secundarios, y otro 22% porque dice que hay «intenciones ocultas». «Esto es bastante preocupante y tiene relación con todas las noticias falsas en las redes sociales», concluyó Callís.